Hoy, 27 de mayo, el actor estadounidense Vincent Price, dueño del rostro más representativo del horror sin máscara, el villano más escalofriante que ha dado el cine americano de los años 40, 50 y 60, hubiera cumplido cien años.
Un aniversario que sus fan podrán celebrar con detalles inéditos de su biografía gracias a la nueva aproximación de su figura que ha hecho uno de sus mayores enamorados, el escritor, periodista y crítico de cine español José Manuel Serrano Cueto.
Autor de más de una docena de libros sobre el cine de terror y perfiles de actores y actrices por los que siente fascinación (además de Price, Ava Gardner, Aldo Sambrell, Christopher Lee o Jaime de Armiñán, entre ellos), Serrano Cueto ha ampliado, corregido, completado y actualizado la primera biografía de Price para darle mayor empaque.
Así lo explica Serrano en el prólogo de esta segunda, Vincent Price: El villano exquisito (T&B), continuación de Vincent Price: El terror a cara descubierta (T&B, 2004), que ha tardado siete años en terminar.
Según señala el autor en el prólogo, la historia del actor ha "mutado, como buen book-monster, en un ente renovado con mayor poder para comunicar la fascinación" que siente por un hombre que, en su opinión, "debía haber nacido en el Renacimiento".
"La imagen de Vincent Price siempre estará ligada al horror y eso que nunca interpretó a monstruos clásicos, como hicieran Bela Lugosi -Drácula, Frankenstein-; Boris Karloff -Frankenstein, la momia-, Lon Chaney, Jr. -el hombre lobo- o Christopher Lee -Drácula-, pero su rostro está asociado con el miedo como si hubiera firmado un pacto demoníaco", comienza diciendo Serrano Cueto.
El libro retoma aspectos muy personales del actor nacido en Sant Louis (Missouri) y enamorado de Londres -donde terminó sus estudios de Historia de Arte-, así como de sus relaciones familiares, sus negocios; su posicionamiento político a favor de los demócratas o su admiración por los actores Lawrence Olivier o John Gieldoud.
Fallecido en Los Ángeles en 1993 a causa de un cáncer de pulmón, provocado por su adicción al tabaco, fue un auténtico gentleman, reconocido coleccionista de obras de arte, sibarita y refinado, experto además en gastronomía, tema sobre el que escribió varios libros.
Consiguió el respeto de la profesión después de una larga carrera en el cine que abarca cerca de dos centenares de películas, muchas de las cuales guardan además el tesoro de su voz como narrador, además de incontables estrenos teatrales, tanto en Londres, como en Broadway.
"La única monstruosidad de Price -dice Serrano Cueto- residía en lo retorcido de los cerebros de sus personajes; hombres de carne y hueso, como cualquier hijo de vecino, pero con una inclinación insólita hacia la maldad".
Algunas películas que ayudaron a convertirle en leyenda fueron La mosca (1958), de Kurt Neumann; House on Haunted Hill y The Tingler (1959), ambas de William Castle.
Sin olvidar, por supuesto, su participación en las adaptaciones que Roger Corman hizo de algunos de los relatos más espeluznantes de Edgar Allan Poe: La caída de la casa Usher (1960), El péndulo de la muerte (1961), Tales of Terror (1962), El cuervo (1963), The Masque of the Red Death (1964) y The Tomb of Ligeia (1965).
Aunque las nuevas generaciones podrán reconocer a Vincent Price gracias a otro rendido admirador, el director de cine Tim Burton, quien le hizo aparecer en Eduardo Manostijeras (1990), último título cinematográfico de la carrera de Price.
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